Cuestiónalo todo

Cuestiónalo Todo 1

La labor de un profesor de música es una cuestión delicada. Los docentes que no nos adherimos a un plan de estudios determinado vivimos una contradicción constante, donde se ven enfrentadas libertad y tradición.

Enseñar una rama artística conlleva tratar aspectos como la imaginación, la preferencia personal o la aptitud. Por otro lado, además de resultados palpables, también se nos exige un posicionamiento claro y tomar decisiones que implican aceptar hechos. Cuando estamos tan seguros de que algo es de determinada forma, es fácil enseñarlo de manera dogmática, desde una posición de poder basada en nuestra experiencia. Pero, lo cierto es que no somos infalibles, y manejamos conceptos  susceptibles de verse modificados, cuestionados y hasta desmontados.  Nuestra formación es un cúmulo de vivencias que han resultado determinantes en nuestra forma de entender y hacer música, y en algunos casos se convierten en nuestras propias cárceles.

Es por tanto necesario, diferenciar con claridad los conceptos universales de los convencionalismos o reglas creadas expresamente para el ejercicio de la música. Ambos han de ser presentados como tal a los estudiantes. Por ejemplo, el efecto que percibimos al prolongar el sonido de un tiempo débil a uno fuerte tiene una naturaleza clara e identificable, independientemente de que lo denominemos  síncopa o lo representemos con ciertas figuras en un pentagrama. Sin embargo,  la manera en que procedemos a organizar los sonidos para usarlos es algo circunstancial. La prueba más evidente de ésto, es que en según que parte del mundo se utilizan diferentes divisiones de la octava para crear sonoridades en las que basar la música.

Los maestros, hemos dedicado tanto tiempo a aprender y enseñar, que con frecuencia olvidamos que la auténtica naturaleza de la música es artística, por mucho que nos empeñemos en catalogarla, perfeccionarla y explicarla. Somos los primeros que deberíamos hacer un esfuerzo por mantener una perspectiva humilde y flexible y transmitir nuestros conocimientos de manera libre y adaptativa. Esto posibilita convertir la enseñanza en una actividad creativa y plástica.

Además de esto, como estudiante, es fundamental tener una actitud activa y no limitarse a replicar lo que dice un profesor o un libro sin más. Con esto no quiero inferir que no tengas en cuenta las indicaciones de tu maestro. Por supuesto, aprovechar la experiencia de alguien con mayor camino recorrido es algo que nos va a ahorrar una cantidad considerable de tiempo y esfuerzo. Además es muy probable que nos aporte puntos de vista que con seguridad no se nos ocurrirían, no al menos en ciertas fases de nuestro desarrollo. Pero la cosa no puede quedar ahí. Cada concepto aprendido ha de verse reforzado por la experiencia real del estudiante. Investigar, experimentar, comprobar y sacar conclusiones propias forma parte de cualquier  buen proceso de aprendizaje e interiorización.

Los maestros abrimos puertas y mostramos caminos, pero es el estudiante quien ha de atravesar para ver que hay al otro lado. El avance está en comprobar lo que otros han logrado y ver que aplicación puede ser de utilidad para nuestra manera de hacer arte. No es casualidad que gran parte de artistas lleguemos a exactamente las mismas conclusiones por caminos radicalmente diferentes, incluso en diferentes ramas artísticas. La clave es no dejar de hacerse preguntas. Que no seamos capaces de hallar las respuestas, solo es una circunstancia temporal. La diferencia entre ofrecer una respuesta a un alumno que ha estado tratando de entender algo y otro que se limita a dar por sentado todo lo aprendido es significativa.

A lo largo de mis años como alumno, como profesor y como músico en general, he podido cuestionar muchas axiomas que me fueron transmitidos por todo mi entorno familiar, social y musical. En muchos casos constaté y abracé ideas como joyas únicas, y en otros las descarté tras comprobar que no encajaban en mi naturaleza ni me resultaban útiles para mis propósitos.

He escrito algunas ideas, con frecuencia asumidas como verdades absolutas en el aprendizaje musical. Yo me he atrevido a cuestionar cada una de ellas reflexionando y basándome en mi experiencia personal. Ten presente que no estoy tratando de convencerte de nada, que estés de acuerdo o no con ellas es realmente irrelevante, lo importante es el ejercicio de cuestionamiento.

Para hacer música hay que:

1) Empezar a una edad muy temprana.
La lista de niños forzados a estudiar música que abandonaron pocos años después es tremendamente significativa y muy superior a la de artistas que comenzaron muy jóvenes. La edad perfecta para aprender es aquella que tenemos cuando albergamos verdadero deseo de hacer algo. Puede que ese momento suceda cuando tengamos 5, 15, 25 o 65 años.  Lo importante es tratar de descubrir ese deseo y entonces hacerlo con pasión.

2) Ser un experto en teoría.
Si bien es cierto que la teoría no hace daño, ni afecta a las capacidades creativas de nadie, ha quedado más que claro que hay músicos que funcionan mejor con otro proceso diferente, aprendiendo de los discos y conectando su intuición con su forma de hacer música. Obviamente, esto depende del todo de la música que se desee hacer. Lo que quiero resaltar es que toda la teoría del mundo no es necesaria para «cada una de las expresiones musicales».

3) Estudiar formalmente en una escuela o conservatorio.
Cursar estudios oficiales de una rama artística no es el único camino para formarse como músico y es evidente que no es para todo el mundo. Jimi Hendrix, Ted Greene, Paco de Lucía, Django Reindhart, Prince o Dimebag Darrell, por nombrar unos cuantos, jamás pasaron por un aula para aprender música, y son todos ellos artistas relevantes, que han dejado su huella en la historia de la música.

4) Dominar todas las técnicas.
No todas las expresiones requieren la misma técnica.  La técnica debería venir determinada por las necesidades musicales, y por nada más.

5) Tener una técnica estándar.
Si pensamos en la técnica como un medio para un fin, queda claro que diferentes técnicas proporcionan acceso a diferentes formas de sonar. Hasta hace no demasiado el tapping no existía,  si a alguien no se le hubiera ocurrido pulsar con los dedos de la mano derecha en el mástil, no emplearíamos esa técnica, y por consiguiente nos veríamos privados de la música que se ha hecho con ella. Por otro lado, no hay dos cuerpos idénticos, y es inteligente adaptar el instrumento a nuestras características anatómicas. Potenciar al máximo una correcta ergonomía, puede significar hacer algunos cambios en nuestra ejecución.

6) Practicar muchas horas diarias. El exceso es tan perjudicial como la carencia. Es mucho más importante aprender a practicar correctamente que invertir un número ingente de horas en la práctica. Calidad siempre antes que cantidad.

7) Dominar varias disciplinas.
Hay músicos que tienen una inclinación natural por expresarse en varios estilos, con diferentes instrumentos y hasta en diferentes ramas artísticas. No hay nada de malo en ello, si parte de una necesidad genuina, pero no hay que dar por hecho que ese es el enfoque deseable para todo el mundo. La naturaleza de nuestra música ha de ser en verdad, nuestra propia naturaleza. Quizá nos sintamos mejor siendo intérpretes, o siendo improvisadores. Tal vez escribamos música para un solo instrumento, o para una variedad de agrupaciones. Todo esto no está escrito. Concéntrate en aquello que realmente te llama y brota de manera espontánea en ti.

8) Hay que dar preferencia al estudio de la denominada música culta.
¿Hay músicas más importantes que otras? ¿Es posible afirmar esto en el arte? Aunque parezca obvio, esta idea es un resquicio de la forma en que se ha estudiado música tradicionalmente. A día de hoy aun perduran los efectos de una visión elitista, que asume que el arte es algo propio de clases acomodadas. Un acceso clasista a la cultura, en toda regla. Buena prueba de ello es que muchos planes de estudios oficiales, dejan fuera a ciertos estilos o enfoques musicales.

9) Tener un instrumento enormemente caro.
Cualquiera que lleve un tiempo considerable tocando, sabe que el máximo responsable del sonido es el músico. Un instrumento bien construído tendrá un precio acorde a su calidad, pero no es una regla de tres que cuanto más caro sea, mejor. Dentro de nuestras posibilidades, habremos de elegir el instrumento basándonos en su tocabilidad, tono, volumen, y demás características reales. No nos dejemos cegar por la cantidad de cifras.

10) Hay instrumentos más importantes que otros.
Aunque todos los músicos sintamos preferencia por algunos instrumentos, valorar a unos por encima de otros demuestra una visión pobre del espectro musical, y una percepción artística inmadura. Antes de Andrés Segovia, la guitarra española era un instrumento popular con el que tocar música de dudosa calidad. El demostró que la guitarra no sólo es un instrumento para acompañar, y que podía ser un instrumento de concierto clásico, que hacía justicia a grandes composiciones e incluso las dotaba de una nueva dimensión.

Te invito a que nunca des nada por  sentado. Piensa en tus necesidades, pregunta, lee, experimenta y equivócate. Vuelve a pensar, vuelve a preguntar, vuelve a leer, vuelve a experimentar, vuelve a equivocarte. Repítelo todo. Cada día. Para siempre. Nunca dejes de avanzar. Es así como funciona.

 

Suscríbete al Blog para no perderte ninguno de mis artículos.

Puedes ayudarme a seguir creando material y acceder a más de mi material original en Patreon: www.patreon.com/CarlosVicent